jueves, 28 de febrero de 2013

Afinando el instrumento


Existen pocas cosas para toda la vida, al menos tal y como son en un principio,  porque todo se mueve, cambia, se transforma.  El cuerpo es una de ellas, no solo porque  se mueve (o así debiera ser),  cambia  y  se transforma, sino  también porque es una de esas pocas "cosas" que dura para toda la vida o más bien  mientras la vida habita en él.

Mi relación con el cuerpo ha ido variando a lo largo de los años, usándolo y cuidándolo mejor o peor según mi estado mental y emocional. Hoy tengo claro que es mi vehículo o más bien el vehículo de mi alma, su instrumento,  por lo que intento que mis inercias mentales y emocionales interfieran lo menos posible.

Digo lo intento eh? porque no siempre lo consigo, … ay que pereza, ay que frío, ay que cansancio...; sin embargo por la ley de la  paradoja de la serotonina  versus la endorfina, si me dejo llevar,  ni se me quita la pereza, ni el cansancio y hasta en ocasiones ni el frío aunque me quede tapada  hasta las orejas haciendo   soffing  que es el deporte nacional de las/los superestresados- deprimidos  de la vida moderna entre los que me incluyo, aunque se me lleven los demonios de verme ahí  por momentos.

Una vez soñé  que la magia consistía en alinear la voluntad con la intención. Así que en ocasiones me convierto en maga y salgo a correr.

Al principio todo cruje un poco  y la distancia parece inalcanzable, imposible; la mente empieza a gritar No! No!, No!,  el corazón se desboca y todo el oxigeno del mundo parece no alcanzar ni para el primer y minúsculo alvéolo bronquial….., y ahí estas, sola ante el peligro de la propia fragilidad …., maldiciendo a tu voluntad y sobre todo a la intención…., cuando  de repente, todo cambia. Notas que  los músculos alcanzan   temperatura y ya no crujen tanto, que las piernas van por libre, que la música o el silencio invade tu cerebro y la mente deja de hacer ruido, que la respiración toma un ritmo y que el corazón te acompaña;  y es entonces cuando   de repente lo sabes:  que puedes, un poco más cada vez. Sabes de la alegría y de la sensación de no limites, sabes del sabor de la libertad mezclada con ese oxigeno que entra y que tu corazón bombea, fluidamente,  al ritmo de tu circulación. Eres pura sangre.

Así que a galopar siempre que  pueda, para afinar mejor el instrumento que puedo ser, para seguir  en el empeño de  hacer sonar las mejores notas de la vida que me ha tocado vivir; porque no hay nada mejor que un buen chute de endorfina para componer la propia melodía.