Existen
pocas cosas para toda la vida, al menos tal y como son en un principio, porque todo se mueve, cambia, se
transforma. El cuerpo es una de ellas,
no solo porque se mueve (o así debiera
ser), cambia y se
transforma, sino también porque es una de esas pocas "cosas" que dura para toda la vida o más
bien mientras la vida habita en él.
Mi relación con el cuerpo ha ido variando a lo largo de los
años, usándolo y cuidándolo mejor o peor según mi estado mental y emocional. Hoy
tengo claro que es mi vehículo o más bien el vehículo de mi alma, su
instrumento, por lo que intento que mis
inercias mentales y emocionales interfieran lo menos posible.
Digo
lo intento eh? porque no siempre lo consigo, … ay que pereza, ay que frío, ay que cansancio...; sin embargo por la
ley de la paradoja de la serotonina versus
la endorfina, si me dejo llevar, ni se
me quita la pereza, ni el cansancio y hasta en ocasiones ni el frío aunque me
quede tapada hasta las orejas haciendo soffing
que es el deporte nacional de
las/los superestresados- deprimidos de
la vida moderna entre los que me incluyo, aunque se me lleven los demonios de
verme ahí por momentos.
Una
vez soñé que la magia consistía en
alinear la voluntad con la intención. Así que en ocasiones me convierto en maga
y salgo a correr.
Al
principio todo cruje un poco y la
distancia parece inalcanzable, imposible; la mente empieza a gritar No! No!,
No!, el corazón se desboca y todo el
oxigeno del mundo parece no alcanzar ni para el primer y minúsculo alvéolo bronquial….., y ahí estas, sola ante el peligro de la propia fragilidad ….,
maldiciendo a tu voluntad y sobre todo a la intención…., cuando de repente, todo cambia. Notas que los músculos alcanzan temperatura y ya no crujen tanto, que las
piernas van por libre, que la música o el silencio invade tu cerebro y la mente
deja de hacer ruido, que la respiración toma un ritmo y que el corazón te
acompaña; y es entonces cuando de
repente lo sabes: que puedes, un poco
más cada vez. Sabes de la alegría y de la sensación de no limites, sabes del
sabor de la libertad mezclada con ese oxigeno que entra y que tu corazón bombea,
fluidamente, al ritmo de tu circulación.
Eres pura sangre.
Así
que a galopar siempre que pueda, para afinar
mejor el instrumento que puedo ser, para seguir
en el empeño de hacer sonar las
mejores notas de la vida que me ha tocado vivir; porque no hay nada mejor que
un buen chute de endorfina para componer la propia melodía.