martes, 8 de junio de 2010

Caos

Parte de nuestro sistema nervioso está diseñado para evaluar constantemente riesgos. Este es un proceso autónomo/automático, jerárquicamente primitivo y con una función claramente de supervivencia. Las situaciones sobre las que estar alerta han cambiado claro, no obstante la estructura funciona lo mismo. Digamos que, nos demos cuenta o no, siempre estamos evaluando amenazas potenciales para nuestra integridad física y psicológica. Es una percepción más rápida que nuestra conciencia ordinaria, los impulsos básicos son variantes de huida y/o ataque, que a su vez implican una variabilidad de patrones de comportamiento. Comportamiento entendido como el resultado o efecto de nuestras actitudes (capacidades, creencias y valores) que expresan nuestra identidad percibida, es decir, los aspectos positivos y negativos de nosotros con los que nos definimos e identificamos. (*)

Somos así, forma parte de nuestra arquitectura.

Evolutivamente también contamos con lo que se ha denominado Sistema Nervioso Social, digamos que construido sobre el anterior (o evolución del sistema nervioso autónomo, Teoría Polivagal de Stephen W. Porges), que implica medios menos costosos y más eficaces de relacionarnos y que tienen que ver con la mirada, tono de voz, la expresión facial, gestual y corporal. Se trata de un circuito en donde la sintonía, la empatía, la capacidad de ponerse en el lugar del otro es la cuestión, pudiendo darse una evaluación más real y actualizada en la interacción, y sobre todo menos inconsciente.
Creo que no habrá dudas de que tanto a nivel individual como colectivo nos interesa potenciar/educar y buscar soluciones en este nivel.
La búsqueda de seguridad, de estabilidad y de bienestar nos mueve. Por otro lado la fantasía de control sobre nuestras vidas, la predicibilidad, la búsqueda de un tipo de felicidad estática nos caracteriza como especie.
Esta es una de nuestras escisiones. Nada en la vida, nada en la organización de sistemas abiertos (en interacción/relación a un entorno) y complejos como nosotros funciona así. Nada que esté vivo es estático ni permanente. La vida es movimiento.
La nueva filosofía de la ciencia, basada en los descubrimientos de la física teórica, la teoría de sistemas, la biología molecular y las matemáticas de la complejidad, muestra que el movimiento sólo es posible a través de la turbulencia. Todo orden surge del caos, del desequilibrio. La inestabilidad es inherente al sistema, y es a través de ese desequilibrio que un nuevo orden, una nueva posibilidad puede emerger.
Las implicaciones de todo lo anterior son importantes. Conviene preguntarse qué nivel de alerta es necesario en realidad en la mayoría de mis circunstancias de vida, y más importante aún, qué recursos u opciones de respuesta tengo disponibles para hacer frente a eso que me pone entre las cuerdas. Conviene plantearse que batallas (interiores y exteriores) son necesarias pelear (que las hay) y cuales no, y conviene ir aceptando que las crisis, el malestar y el conflicto son inevitables; y que a todo cambio le precede un tiempo de caos, confusión y miedo.
Los cambios cuestan. Los cambios nos cuestan. De hecho casi que si pudiéramos no cambiariamos nada de nuestro status quo por mucho sufrimiento inútil que nos genere. Pero la vida siempre sacude, nos desafía, nos espabila, nos mueve.
Siempre es posible resistirse. Siempre podemos preguntarnos como el personaje de la película Jerry Maguire, en el colmo de su desesperación, si no será que simplemente me comí un trozo de pizza mala. El caso es que en ocasiones nos brota la conciencia y ya no hay vuelta atrás; afortunadamente, porque las nuevas posibilidades son siempre, invariablemente, superiores a las viejas.
(*Al respecto existen análisis/cartografías de interés sobre patrones de respuesta o estrategias tales como las que ofrece K. Horney (hacia la gente, contra la gente, de aislamiento), las tipologías a través de la lectura/evaluación corporal (Bioenergética, Capas embrionarias de Keleman en su Anatomía Emocional), y también el Eneagrama desarrollado por C. Naranjo que describe fijaciones cognitivas y emocionales. Me parecen referencias básicas por ser diagnósticos existenciales y no psicopatológicos.)

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